Inuyashiki (2018)

En el cine japonés contemporáneo, pocas adaptaciones de manga logran capturar con tanta fuerza el espíritu de la obra original como Inuyashiki (2018). Dirigida por Shinsuke Satô, la película traslada a la gran pantalla la historia creada por Hiroya Oku, un relato que combina ciencia ficción, acción espectacular y una profunda reflexión sobre la naturaleza humana.

La trama se centra en Ichirō Inuyashiki, un hombre mayor, frágil y aparentemente insignificante para el mundo. Su vida cotidiana está marcada por la indiferencia de su familia y la sensación de que es invisible para la sociedad. Sin embargo, su destino cambia radicalmente tras un extraño suceso: un accidente extraterrestre que lo transforma en un ser cibernético de poder inimaginable.

En contraste aparece Hiro Shishigami, un joven que sufre el mismo accidente y adquiere habilidades idénticas. A diferencia de Inuyashiki, su respuesta al nuevo poder es devastadora: mientras el anciano utiliza sus dones para salvar vidas y hacer el bien, el joven los emplea para sembrar terror, destrucción y muerte.

Esa dualidad es el corazón de la historia: un héroe inesperado contra un villano que representa la crueldad sin límites. La película explora cómo el poder absoluto revela el verdadero carácter de las personas, convirtiendo a un anciano despreciado en un símbolo de esperanza y a un joven con futuro en una máquina de odio.

La dirección de Shinsuke Satô, reconocido por sus adaptaciones de Gantz y Bleach, aporta un ritmo dinámico y visualmente impactante. Las secuencias de acción están cargadas de energía, con enfrentamientos aéreos, explosiones y una puesta en escena que mezcla el espectáculo con la tragedia.

Los efectos especiales refuerzan la experiencia, mostrando la fusión entre carne y máquina de manera realista y perturbadora. Las transformaciones, los combates y la violencia explícita crean un contraste brutal con los momentos de humanidad y ternura que ofrece el protagonista.

La actuación de Noritake Kinashi como Inuyashiki aporta una vulnerabilidad conmovedora. Su interpretación transmite tanto el dolor de ser ignorado como la fuerza de alguien que descubre un propósito tardío en la vida. Frente a él, Takeru Satō como Hiro Shishigami encarna con frialdad y carisma la oscuridad de un joven que se deja consumir por el poder.

En última instancia, Inuyashiki no es solo una película de ciencia ficción y acción: es una reflexión sobre lo que significa ser humano. Entre explosiones y batallas espectaculares, plantea preguntas profundas sobre la empatía, la compasión y la capacidad de elegir entre la destrucción y la salvación.