Armor (2024)

   

Imagina un día que empieza como cualquiera — un trabajo rutinario, un padre al volante junto a su hijo, un blindado que transita tranquilo por una carretera apenas iluminada. Pero en ese instante de aparente calma, se desencadena una tormenta sin previo aviso. Eso es lo que plantea Armor: la aparente seguridad hecha pedazos cuando menos lo esperas.

El protagonista, Jason Patric como James Brody, no solo está al mando de un camión blindado, sino que lleva consigo algo más pesado que el metal: un pasado roto, una culpa que lo persigue y un hijo al que debe proteger. Mientras tanto, su hijo Casey (Josh Wiggins) lo acompaña, entre la rutina y el deseo de una vida que aún no ha empezado del todo.

Lo que parecía una entrega más se transforma en la trampa perfecta: un blindado, un puente abandonado, un plan de robo meticuloso liderado por Sylvester Stallone como Rook. El camión queda rodeado, bloqueado, y los relojes empiezan a correr contra los protagonistas.

En ese escenario mínimo pero cargado, el verdadero enemigo se convierte en el espacio: un puente viejo, al borde del colapso, donde el material de acero y hormigón figura tanto como protagonista como accesorio del drama. Una batalla de ingenios, voluntades y supervivencia que trasciende el simple “robo”.

Lo más poderoso de Armor es cómo liga el crimen al trauma personal. James no solo lucha contra los asaltantes, sino contra sus propios demonios: el alcohol, el dolor, la culpa por lo que perdió. Y su hijo Casey espera, sufre, crece. Esa dinámica padre-hijo es el corazón del filme.

Y mientras tanto, Rook y su equipo acechan: no meros ladrones rápidos, sino profesionales que han planeado el atraco, han visto el blindado y han visto el resquicio. Pero quizá no han medido el poder de la determinación, de un hombre al borde que no tiene nada que perder.

La tensión se compone de minutos interminables: puertas que no ceden, decisiones a destiempo, el metal que cruje, los pasos que se acercan. Todo envuelto en un clímax que promete estallar. Y aunque la crítica diga que no llega a cumplir todas sus promesas, el viaje, al menos, tiene su pulso.

Así que prepárate: no es solo ver una película de acción. Es entrar en el blindado, sentir cómo se cierran las puertas, cómo cada segundo cuenta, cómo el vínculo entre padre e hijo se transforma en arma y en salvación. Bienvenido a Armor.