Bait (2012) es un thriller de supervivencia australiano que mezcla el cine de desastres con el terror acuático en una propuesta tan inesperada como entretenida. La historia comienza con un terremoto devastador que sacude la costa, provocando un tsunami que inunda un supermercado... y lleva consigo a dos tiburones blancos hambrientos. Lo que era una rutina diaria de compras se transforma en una lucha desesperada por sobrevivir.
En el centro de esta pesadilla están Josh, un joven guardia de seguridad marcado por una tragedia del pasado, y Tina, su exnovia, con quien vuelve a encontrarse justo antes del desastre. Junto a ellos, un grupo de clientes y empleados queda atrapado dentro del supermercado anegado, mientras los tiburones patrullan los pasillos convertidos en un mortal océano improvisado.
La premisa puede parecer absurda al principio, pero Bait logra convertirla en un espectáculo lleno de tensión, sustos y acción. A medida que el agua sube y las salidas se bloquean, la amenaza de los tiburones se vuelve cada vez más real y letal. Las decisiones que los personajes deben tomar bajo presión elevan la tensión en cada escena.
Lo más interesante es cómo la película combina el terror clásico de tiburones con el drama humano. No se trata solo de escapar de las mandíbulas de un depredador, sino también de enfrentarse a culpas, miedos y traiciones del pasado. Esto aporta una dimensión emocional que hace que el espectador se preocupe por los personajes.
La dirección de Kimble Rendall mantiene un ritmo ágil, con efectos especiales convincentes y escenas subacuáticas que generan una auténtica sensación de claustrofobia. El sonido del agua, los rugidos del terremoto y los silencios tensos bajo el agua aumentan la atmósfera de peligro constante.
El elenco, aunque no está formado por grandes estrellas, cumple con eficacia. Xavier Samuel, Phoebe Tonkin y Julian McMahon destacan con actuaciones sólidas que aportan realismo a una situación completamente extrema. Sus interacciones ayudan a construir relaciones creíbles dentro de un entorno surrealista.
Uno de los logros de Bait es su capacidad de entretener sin pretensiones. Sabe exactamente qué tipo de película es: una historia de supervivencia con un toque absurdo y mucha adrenalina. Y dentro de ese marco, cumple con creces, ofreciendo sustos, emociones y momentos inesperadamente humanos.
En resumen, Bait (2012) es una película ideal para quienes disfrutan del cine de catástrofes con un giro original. Tiburones, tsunamis, supervivencia y tensión en un solo paquete: una aventura acuática que mezcla lo ridículo con lo aterrador de forma sorprendentemente efectiva.